Aunque era muy esperada por la más que alarmante y prolongada sequía, la llegada de la lluvia, incluso con carácter torrencial, fue este año la gran enemiga de la Semana Santa en Fuengirola, cuyos desfiles procesionales, a partir del Miércoles Santo, tuvieron que ser suspendidos, a excepción del protagonizado, el Viernes Santo, por la Hermandad del Yacente, que tampoco pudo cumplir su recorrido previsto, recortándolo a causa de las inclemencias meteorológicas.
La frustración, por tanto, fue la nota predominante en el universo cofrade del municipio que, como no podía ser menos, asumió con resignación el grave contratiempo de ver que sus veneradas Imágenes y sus tronos, ya ornamentados, no podrían cumplir las previstas respectivas salidas penitenciales.
La alcaldesa, junto a otros miembros del gobierno municipal, no fue ajena a este sentimiento de decepción general, y acudió a los distintas casas hermandades en las que, a duras penas, se digería la tristeza por la imposibilidad de salir en procesión.
En todo caso, acogiéndose al recurso de “no hay mal que por bien no venga”, cofrades y feligreses, ciudadanos en general, optaron al final por la resignación y el consuelo de saber que las intensas lluvias registradas en la Semana de Pasión van a ser a la postre como “agua de mayo” para todos.